Lo dejé hablar a él primero por precaución, e hice bien, porque me dijo que no se veía conmigo en una relación, pero que quería seguir como estábamos hasta entonces. Me quedé pasmada y con una cara para enmarcar, porque no sé disimular nada. Yo le respondí que tenía que pensármelo y nos dimos un beso, el último beso, con sabor a despedida.
Después de darle muchas vueltas al tema, llegué a la conclusión de que si no podíamos tener algo de verdad, entonces prefería no tener nada, porque las cosas a medias nunca funcionan, y porque alargar la situación solo me causaría un daño aún mayor cuando finalmente me rechazara del todo.
Me armé de valor y le envié un mensaje, no muy largo, pero sí conciso, explicando mis sentimientos hacia él y comentándole que si no sentía lo mismo que yo mejor lo dejábamos aquí. Duele cuando el amor no es correspondido, duele cuando te sientes manipulada, cuando solo has sido un pasatiempo para aquella persona que lo ha sido todo para ti. Me sorprendí a mí misma en como afronte la derrota para seguir adelante, pero tuve que poner medidas para facilitar mi bienestar.
Utilice el contacto cero, no quería recibir ningún tipo de información donde apareciera su nombre, y me centre en recuperarme del gran golpe de autoestima que había dejado en mí. Me pregunté cientos de veces que es lo que hice mal, qué error había en mí, ¿es que acaso no era lo suficientemente buena para él? ¿O es que no lo era para nadie más? No fue fácil combatir en esta lucha interna, pero el tiempo dio sus frutos y poco a poco fui mejorando. Aun así, espere un “feliz Navidad” o un “feliz año nuevo”, pero está claro que soñar es gratis.
Así fue mi historia con Marcos, y la boda, la causante para que lo recordara.
Después del “si quiero” en la iglesia, nos fuimos a la masía donde se celebraba la cena y la fiesta. Lo cierto es que la decoración y la comida estuvieron espectaculares, incluso había un Photocall con accesorios, donde te guardabas una de las fotos y la otra la pegabas en un álbum para los novios, junto a una dedicatoria. También había gominolas y chocolatinas para picar mientras sonaba la música del DJ, y no podía faltar la barra ilimitada de bebidas, esa noche no había censuras.
Cuando hay alcohol en las venas no se toman buenas decisiones, pero en ese momento nos convencemos de que estamos acertando. Cogí el móvil, entre en su chat, y sin pensármelo dos veces le envié una foto donde aparecía parte de mi cara y parte del cubata que me estaba tomando. Luego abandone el móvil para acabar de disfrutar la noche, bailando la Macarena y cantando a pleno pulmón Zapatillas del Canto del Loco con mi familia, ya haría frente a las consecuencias de mis acciones la mañana siguiente. Parecía que la fiesta no tenía fin, pero a altas horas de la madrugada el agotamiento empieza a hacer efecto y al día siguiente nos esperaba una buena resaca. Pero, antes de volver al hotel, el personal de organización de la boda encargó una docena de pizzas para hacer el resopón, muy merecido.
Él me respondió la foto que le envié con otra foto, donde además me preguntaba si estaba en una boda. Por sorpresa mía, inicio conversación, y yo le seguí el juego. Nos pusimos al día sobre como iban encarriladas nuestras vidas desde la última vez que estuvimos juntos y nos lo contábamos todo. Una cosa llevó a la otra y llegó el mes de junio con su calor y su sol radiante. Mentiría si dijera que yo no estaba buscando la posibilidad de volver a quedar con él, porque así lo hice, y no fue justamente solo para pasar el rato. Nos enrollamos en su casa, y quise comprobar si aún perduraba en mí ese sentimiento de amor, y esa conexión de nuestras personalidades tan fuerte que había hecho que perdiera la cabeza. La respuesta es que no fue para tanto, y eso me tranquilizó, porque significaba que lo tenía idealizado y que podía volver a sentir lo mismo o incluso más con otra persona. Aun así, como persona inteligente que me considero, decidí aprovechar la oportunidad y seguir disfrutando con él del placer sexual, nada más. Alguna noche de Fiesta Mayor fue crítica, porque todos sus amigos estaban presentes, y me preguntaron sobre el tema. Entonces, no me quedó más remedio que resistirme a la nostalgia, y al deseo de ser amada de verdad por esa persona a la que yo tanto había amado.
Qué acertado estuvo quién dijo la mítica frase “después de la tormenta sale el sol”. Pero el problema muchas veces es que no sabemos si ese sol es el auténtico, o está disfrazado de otra tormenta, solo queda dar lo mejor de nosotros y esperar. Así fue como apareció David en mi vida, sin avisar y acogedor como un abrazo en diciembre. Durante lo que duró nuestra relación, él fue quien tuvo la iniciativa en todo momento y lucho por mí. Esta actitud me pareció increíble de primeras, porque no estaba acostumbrada a este tipo de interés, y menos por parte de un hombre, por eso me atrapó.
Nos conocimos por redes sociales, el solícito a mi perfil de Instagram y yo le acepté porque teníamos algunos perfiles en común. Un día de julio subí una historia de mi perro y él reaccionó con un "me gusta", a partir de esta interacción me fije en él y le pregunte si le gustaban los perros. Ahora lo pienso de forma racional, y la verdad es que fui muy directa, pero me excuso pensando que fue porque era verano y las hormonas flotaban en el ambiente. Intercambiamos un par de mensajes y quedamos para vernos en persona, cosa que me intrigaba mucho, porque a saber que me podía encontrar. Pese la advertencia, me atreví al reto, porque siempre he sido una persona demasiado curiosa para mi edad. Conectamos al instante, como si nos conociéramos de toda la vida. Hubo una conversación fluida y llena de risas, así que seguimos hablando durante todo el mes de agosto, pero a través del móvil, porque estábamos separados físicamente por diferentes destinos vacacionales.
Fue durante estos días de romper con la rutina, cuando se inició una de las historias de amor más sinceras e intensas que he experimentado jamás. Gracias a él descubrí mi lado romántico y me permití ser vulnerable, abrí mi corazón mostrando tanto mis defectos más frágiles como mis virtudes más preciadas. Elaboramos un lenguaje propio entre nosotros, un juego para conocernos más y no aburrir los mensajes. Fue entre emoticonos, stickers, audios y fotos como supe que el amor en este mundo aún no está perdido del todo, y que yo podía ser una de las afortunadas en recibirlo, y viceversa. Cuando llegó septiembre y por fin nos reencontramos, tenía los nervios a flor de piel, qué momento tan esperado. Al atardecer fuimos a cenar en la playa, entre el mar y la arena viví mi primera cita oficial con un chico. Nunca lo olvidaré, fue demasiado bonito para ser real. También nos dimos nuestro primer beso, porque nos conquistamos sin tocarnos, solo con notificaciones llenas de palabras, y eso me recuerda a esos amores de la infancia; igual de inocentes, igual de puros.
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